Rafael Alberti, Emilia Azcárate, Álvaro Barrios, Delia Cancela, Ricardo Carreira, Guillermo Deisler, Mirtha Dermisache, León Ferrari, Carlos Ginzburg, Ferreira Gullar, Rafael Hastings, Luis Hernández Mellizo, Jaime Higa, Leandro Katz, Leopoldo Maler, Hernán Marina, Clemente Padín, Margarita Paksa, Karina Peisajovich, Herbert Rodríguez, Susana Rodríguez, Osvaldo Romberg, Juan Carlos Romero, Analía Sabán, Martín Weber, Yente, Horacio Zabala

Scripta manent

Scripta Manent

De origen incierto, aunque atribuido al Emperador Tito, es el proverbio latino “verba volant, scripta manent”. La fugacidad y la perdurabilidad de las palabras se subsume en esta frase que puede ser traducida como “las palabras vuelan, lo escrito permanece”. Quizás sea su naturaleza perenne la que ha otorgado a la escritura el resguardo de la memoria del pasado. Sin embargo la función memorial es sólo una de sus aristas: expresar, informar, relatar, son algunas de las otras múltiples propiedades de la letra escrita.

Herlitzka + Faria presenta la muestra colectiva Scripta manent, un selecto grupo de obras atravesadas por el tema de la escritura, abordada desde diversas concepciones y procedimientos. 

La escritura conlleva un sistema simbólico compuesto por signos a los cuales se les atribuyen determinados significados. A partir de esta afirmación, que no por evidente es menos necesaria, es posible reflexionar en torno a dos cuestiones que resultan de utilidad a la hora de recorrer las salas de la exhibición. 

En primer lugar, es oportuno subrayar la distinción entre los grafismos que conforman la escritura y la significación atribuida a ellos. Como se ha ya insinuado, existe una característica fundamental en esta correspondencia: se trata de una relación arbitraria y culturalmente determinada. Será en torno a esta dislocación que muchos artistas visuales harán uso de la idea de grafismo, transgrediendo la condición propia del signo lingüístico. Por otro lado, y al centrar la atención en la naturaleza de la escritura, se desprende un punto clave para nuestro abordaje: la escritura requiere un soporte material. Sea papel, tela, piedra, se trata de una condición necesaria para su existencia, y es lo que la distingue del lenguaje oral. Es a través de su cualidad de elemento gráfico plasmado sobre un soporte material que la escritura se conecta profundamente con la expresión plástica. 

De este modo, en el campo de las artes visuales, será mediante estas propiedades y puntos de contacto que los artistas llevarán la escritura más allá de su función comunicativa.

El uso de la palabra escrita no es novedoso en el campo de las artes visuales. Quizás sea el conceptualismo el movimiento que más intrínsecamente haya hecho uso de ella. Allí donde lo que prima es la idea, la palabra es uno de los medios privilegiados para la plasmación de la obra, y el lenguaje se convierte en material y tema de la misma. Abundan en nuestra exhibición ejemplos que se alinean con este tipo de producciones, entre los cuales podemos mencionar las de Álvaro Barrios, Rafael Hastings, Ricardo Carreira o Carlos Ginzburg.

En las obras que siguen la línea conceptual, la escritura puede erigirse como herramienta para remitir al espectador a temáticas que abarcan desde lo social y político -como en las obras de Juan Carlos Romero o Hernán Marina-, hasta la propia naturaleza del arte, siendo un claro ejemplo Horacio Zabala. Encontramos también aquellas en las cuales la función de la escritura pareciera ser el registro de un proceso de investigación, según se observa en obras como las de Osvaldo Romberg o Karina Peisajovich. En otras, los artistas se apropian de escritura ajena, elaborando collages con recortes de medios gráficos, como son los casos de Herbert Rodríguez o Analía Sabán.

Otros artistas han desarrollado lo que fuera denominado por Roland Barthes como escrituras ilegibles (Variaciones sobre la escritura, Buenos Aires: Paidós, 2002). Se trata de composiciones que sin llegar a la completa abstracción, pues remiten a las estructuras visuales de la escritura, no poseen referencias inteligibles. No debemos suponer por ello que no poseen una significación, siendo que los artistas interpelan en estas producciones los límites de la creación artística y de su posibilidad de comunicación. Se trata, en definitiva, de una experimentación sobre la versatilidad del lenguaje escrito. Entre otros, podemos observarlo en obras como las de Mirtha Dermisache, Susana Rodríguez, Margarita Paksa o Emilia Azcárate.

Un caso particular lo componen aquellas obras que presentan alfabetos alternativos al latino, reales o ficticios. Sus características diferenciales, abordadas desde un enfoque puramente visual o sensorial, acercan a estos alfabetos más a sus cualidades gráficas y sensoriales que comunicativas (pudiendo o no estar esta última función presente en la obra). La utilización del braille por parte de León Ferrari, el alfabeto de Leandro Katz o las signografías y textos de Clemente Padín son buenos ejemplo de ello.

No es posible obviar una mención al género de la poesía, muy buscada por nuestros artistas, trabajándola desde abordajes plásticos y conceptuales. Las obras resultantes componen híbridos que entrecruzan las disciplinas, siendo en algunos casos lo visual lo que prima sobre lo literario, y en otros la relación inversa. Tales son los casos de las obras de Rafael Alberti, Jaime Higa, Ferreira Gullar o Guillermo Deisler. En ellas, desde diversas prácticas, se observa la síntesis de ambas expresiones artísticas.

Quizás sea la obra de Leopoldo Maler un caso sugestivo para finalizar nuestro recorrido. Porque a diferencia de las obras que la rodean, aquí la escritura se hace presente por ausencia. El fuego nos devuelve una vez más la reflexión sobre el enorme poder de la palabra escrita, si no por qué otro motivo sería permanentemente interpretada, censurada, interrogada, cuestionada, y vuelta a interpretar. Lo valioso radica en que todas estas posibilidades quedan a disposición, mientras lo escrito permanezca.

 

Sofía Jones

Herlitzka + Faria