Leandro Katz: Rincones y refugios
Conciliaciones
La excepcional mirada de Leandro Katz descubre el entrecruzamiento del las artes plásticas con la literatura para urdir caminos de avenencia donde las palabras se pulverizan. Se trata de una mirada oblicua y penetrante que, a semejanza de los llamados atractores extraños en microfísica, logra poner orden en los sistemas dinámicos, es decir en el caos de las cosas.
En la presente muestra Leandro Katz nos ofrece un mundo legible que puede ser recorrido de forma concatenada o independiente. Propongo un posible itinerario:
Como invitación de entrada, las 7 luces elipsoidales, dibujo de otros tantos pequeños proyectores, derrama los siete colores emblemáticos fruto de la descomposición de la luz blanca. Especiales para iluminar con precisión objetos o personas, estas luces obedecen a un espejo en forma de elipsoide. Elipsoide de revolución, nada menos.
Tema que nos remite al siguiente conjunto, los cromogénicos del Proyecto para el día que me quieras. Revolución en forma y contenido donde juegan variedad de objetos, sombras y letras de colores. “A negra, E blanca, Y roja, U verde, O azul:/ vocales, algún día diré vuestro origen secreto” promete Rimbaud. Y Katz hurga en esa promesa, poniéndola en escena. De Europa a América, la trasmigración de los sueños. Condensación de obsesiones del artista: Borges, Tania la guerrillera inolvidable, el Che. Y Gardel, por supuesto, porque el día que me quieras se pulveriza en las letras que constituyen el título de su canción y se ve reflejado en un juego de superposiciones para presentificar una arqueología de la memoria.
Son lecturas que se expanden o condensan. Así, formando un ángulo de 90 grados, aparece el Himno Arrinconado. Una hojita de papel de arroz teñida de rojo por cada letra, sin espacios, sin respiro, todo de un soplo pero descarado, es decir hecho en dos caras semienfrentadas que podremos leer de izquierda a derecha como corresponde, pero también de arriba abajo enfrentando un galimatías (la otra cara del sentimiento patrio) del que sólo se destaca una única palabra: Obledanda! Como una exclamación. O una imprecación.
Tras lo cual, libre de lastre, el camino vacío se abre como una sucesión de preguntas. Franja desolada perdiéndose en curvas bajo la luz difusa de fotografías en blanco y negro que le confieren a los tonos de gris la inquietante densidad de la desolación. Conjunción de espacio-tiempo, La naturaleza ardua de nuestro progreso parecería avanzar hacia la bruma, lo desconocido siempre-ya a unos metros de distancia.
Corresponde dar el salto, entonces. Y el brevísimo film La Caida (Otoño) lo escenifica, transportándonos allí donde lo desconocido estalla en la vibración del color, entronizado en los pequeños desafiantes Refugios (de la ira de Dios). Dibujados o corpóreos, sus planos festivos invitan a la conciliación de la diversidad. Tanto en los Refugios para facciones opuestas como en los Refugios para grupos disidentes la fantasía irradia a sus anchas, permitiéndose y permitiéndonos esas múltiples lecturas a las que se abre la obra de Leandro Katz. Una obra donde el arte conceptual no es mera aproximación por metonimia, es decir un deslizamiento de significado por contigüidad, sino una metáfora múltiple, concebida para ser descifrada. Un enriquecimiento de ida y vuelta en el cual observador y observado mantienen un diálogo perpetuo que corre por las vías luminosas de la imaginación.
Luisa Valenzuela