Horacio Zabala

(Hipótesis)

GACETILLA DE PRENSA

   Del 8 de mayo al 14 de junio de 2013, 11 x 7 Galería se complace en presentar la exposición (Hipótesis) del artista argentino Horacio Zabala. No fue hace muchos años que Zabala comenzó su serie de obras tituladas (Hipótesis). Más exactamente en el 2009. Las (Hipótesis) son una rara combinación de lienzos monocromos realizados a mano con objetos que representan signos gramaticales o matemáticos realizados según un modo industrial (se trata de objetos ploteados con láser en madera y coloreados de negro con un esmalte sintético por medio de un soplete). Esta tensión entre lo hecho a mano y lo realizado a partir de instrucciones habla en realidad de una tensión mayor que implica, en la obra de Zabala, un giro en su poética. Es la tensión que surge del encuentro y la yuxtaposición de lo conceptual y lo sensible. El arte conceptual siempre retrasó cuando no eliminó la dimensión de lo sensible. En (Hipótesis), Zabala –que desde sus inicios transitó en la órbita del conceptualismo– no sólo incluye lo sensible sino que le da preeminencia. Es el elemento central (los monocromos) con el cual el artista debe contar, contar tanto en un sentido numérico –mediante operaciones matemáticas– como en un sentido discursivo –mediante signos gramaticales–. Pero se trata de una cuenta que siempre será excedida por la mudez y la apariencia vacía de los monocromos. Por su presencia impertérrita frente a cualquier apropiación mental. Las operaciones matemáticas o discursivas son, en definitivas, hipótesis que carecen de demostración. El simulacro conceptual de la fórmula no da lugar a un resultado sino a una conjetura, a un tropiezo, a un temblor.

         En la historia del arte del último siglo, el monocromo fue uno de los modos en que se extremaron, a un mismo tiempo y con igual radicalidad, lo conceptual y lo sensible. De hecho, Jean-François Lyotard eligió los monocromos de Malévich para mostrar “la inconmensurabilidad de la realidad en relación con el concepto, que está implícita en la filosofía kantiana de lo sublime”. Pero lo inconmensurable, el absoluto al que todo monocromo aspira es saboteado por Zabala según dos operaciones: la primera consiste en colocar un monocromo en cercanía de otro monocromo. Cada pieza, entonces, es un monocromo y a la vez no lo es. La mirada se ve forzada a reconocer los colores puros que no se combinan con ningún otro y, a la vez, a entrar en relación con otros monocromos puros. Lo puro, sin dejar de serlo, es empujado hacia lo impuro. La otra operación no es menos perversa: el absoluto del monocromo es relativizado por la aparición de los signos de relación sean matemáticos o gramaticales. La aspiración al absoluto de los monocromos se vuelve ridícula, casi un paso de comedia. Como dice Fernando Davis, “al articular (haciéndolos friccionar) signos provenientes de dominios y sistemas de codificación diferentes (el monocromo, los signos gramaticales, los matemáticos), Zabala pervierte la lógica misma del monocromo, su condición autorreferente como grado cero de la pintura”. Las dos modalidades van en dirección opuesta: mientras la primera pone de relieve la limitación de lo sensible, la segunda desnuda la insuficiencia de la relación conceptual. La consigna “pensar lo que se ve” que es un emblema de su trayectoria debe abrirse, con las (Hipótesis), a una dimensión que excede a todo pensamiento. Hay que mirar una y otra vez esas fórmulas imposibles para reconocer, finalmente, que el ensamblaje nos deja sin habla pero inmersos en cierta embriaguez estética. Embriaguez estética que no se deriva de una pura contemplación sino del choque del concepto con su archienemigo, lo sensible.

         Mirar y pensar siguen estando en la obra de Zabala pero con un mirar radicalmente irreductible a todo discurso, a todo plan. En su conjunto, las (Hipótesis) continúan con el impulso arquitectónico de la planificación (de hecho, cada obra tiene su “anteproyecto”). Pero en el simulacro de las fórmulas imposibles, cada pieza pictórica es pintura pura, pura pincelada. No hay nada que pensar frente a esa visualidad despojada de todo. Zabala agrega así otro aforismo a “pensar lo que se ve”: ver también lo que no se puede pensar.

 

Gonzalo Aguilar

 

 

Horacio Zabala nace en Buenos Aires, en 1943. Se recibe de arquitecto en 1973 aunque desde mediados de la década del sesenta se dedica a las artes plásticas, actividad que continúa hasta el día de hoy. Desde entonces, Horacio Zabala lleva adelante una obra de riesgo experimental y densa reflexión teórica que se vincula con el arte conceptual. En 1967 hace su primera muestra en la Galería Lirolay y en 1972 participa en la exposición colectiva Arte e ideología CAYC al aire libre con la obra 300 metros de cinta negra para enlutar una plaza pública. “El arte depende de lo que no es arte”, escribe en el catálogo. Durante la década del 70 forma parte del Grupo de los Trece y en 1973 presenta Anteproyectos en el CAYC, exposición en la que trabaja con diferentes soportes y lleva el diseño arquitectónico al terreno de la especulación ficticia e intelectual. En esta muestra, son particularmente notables sus planos de arquitectura carcelaria que llevan su conceptualismo a la zona de lo político haciendo eclosionar las relaciones entre pensamiento y acción.

         Exiliado en 1976, Zabala vivió durante 22 años fuera del país en Italia, Austria y Suiza. De este periodo, se destaca Refugio antiatómico en la que continúa con las construcciones claustrofóbicas imaginarias que le permiten tanto pensar la catástrofe como realizar, según sus palabras,  “una operación socioestética”. En 1997 hizo El arte o el mundo por segunda vez, obra concebida para Internet, que un año después lleva a un libro editado por la Universidad Nacional de Rosario. No es el único libro con textos teóricos que escribe Zabala: en el 2000, la editorial Adriana Hidalgo publica El arte en cuestión. Conversaciones, del que es coautor junto a Luis Felipe Noé, y en 2008, Laborde editores saca Marcel Duchamp y los restos del readymade, reeditado por Editorial Infinito en 2012. Su último libro es Vademecum para artistas (Observaciones sobre el arte contemporáneo) editado por Asunto Impreso.

            Zabala participó en innumerables exposiciones colectivas (Encuentros de Pamplona de 1972, Ends of the Earth: Art of the Land to 1974, Museum of Contemporary Art de Los Angeles en 2012, Monocromos en el Centro Cultural Recoleta junto con Eduardo Costa y Marcelo Boullosa) y varias muestras individuales como las que realizó en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires en 1998 y en el Fondo Nacional de las Artes en 2002. La individual más reciente fué Reiterations en Henrique Faria Fine Arts de New York en 2012. Actualmente prepara una retrospectiva de su obra en la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF), curada por Fernando Davis.