El ambientalismo en Uriburu
«En mi obra denuncio el antagonismo entre naturaleza y civilización,» dice Nicolás García Uriburu en su Porfolio Manifiesto. Realizada en 1973, esta obra consiste en una colección de seis serigrafías que dan cuenta de las “coloraciones” con las que, desde 1968, el artista ha intervenido cuerpos de agua, objetos encontrados, mapas y partes del cuerpo humano. Las coloraciones de Uriburu han jugado con la doble asociación del verde como un color tanto natural como tóxico, pues a primera vista, transmiten la sensación de contaminar ríos, lagos y fuentes del espacio público: el Gran Canal de Venecia (1968 y 1970), el East River de Nueva York, el Río Sena, en París, el Riachuelo, en Buenos Aires (todos datan de 1970), y la lista continúa. Sin embargo, el pigmento fluorescente que Uriburu ha utilizado para estas acciones se torna verde sólo cuando entra en contacto con microorganismos acuáticos; es literalmente catalizado por seres vivos. Esta apuesta es pintura desmaterializada, dispensada del lienzo y libre de vagar por el mundo, así como una manera de marcar, de llevar la atención hacia lo natural, por muy comprometido que esté con su entorno urbano. La exposición que el artista realizó en 1968 en la galería de Iris Clert, París, llamada Prototypes pour un jardin artificielle, la cual disponía una serie de representaciones de animales, confeccionadas en Plexiglas y de inspiración pop, en un «paisaje» descaradamente artificial, marcó una transición clave de su obra como “entorno” a una obra en el entorno: o sea, a una ecología mucho más amplia, conectada con todas las demás cosas. Aun así, en la década siguiente Uriburu no abandonó el objeto artístico, y tampoco adoptó la postura neutral y analítica de muchos cultores del «Arte de Sistemas». Al contrario, la pintura, la escultura y los trabajos en papel oficiaron de soporte para sus Coloraciones, pues aportaron la documentación fotográfica que amplió el número de espectadores y se articuló con textos que expresaban claramente el mensaje del artista. De hecho, en mayor medida que muchos otros artistas del llamado movimiento del Land Art, la obra de Uriburu ha operado paralelamente al activismo y la retórica ambientales: tan así es que en algunas oportunidades el artista ha colaborado directamente con organizaciones como Greenpeace. Uriburu ha producido también una serie de contundentes pinturas y esculturas vinculadas a la dictadura: es el caso de sus perturbadoras imágenes de una Buenos Aires despoblada y de la reciente serie Víctimas y victimarios. A lo largo de toda su obra, el verde va invadiendo los nefastos recordatorios de la violencia o de la catástrofe como una seña particular del artista, como su grito de protesta y su emblema de un futuro más esperanzador.
Daniel R. Quiles