Alejandro Puente

ALEJANDRO PUENTE: El desvío de la mirada

Alejandro Puente: El desvío de la mirada

Desde las primeras experiencias informalistas Alejandro Puente se ubicó en el área de quiebre con las propuestas del arte moderno. Si bien al comienzo prefirió el gesto trazado con fuertes contrastes, pronto optó por pintar formas simples con el color modulado por la pincelada. En ambos casos valoró la impronta del sujeto, contra el distanciamiento racionalista que habían sostenido los programas de arte concreto.

Más tarde experimentó con el color plano, pero extendió la forma hasta los cantos del bastidor: las obras tomaron el carácter de objetos y obligaron al espectador a abandonar la mirada frontal. A partir de la noción de sistema, en 1967 realizó obras modulares con acentos de color en sus bordes, que invadieron el espacio. Sin embargo, la poética de Puente dio un viraje significativo cuando relacionó sus sistemas cromáticos –esquematizados en las hojas de información– con las grecas de las culturas prehispánicas.

La recurrencia de esos escalonamientos dio lugar a interpretaciones organizadas mediante una grilla homogénea sobre la cual fue reinterpretando la iconografía incaica. Fachadas de templos, símbolos o guardas textiles se fueron desplegando en composiciones de gran formato tituladas con voces mapuches, incas y mayas, a partir de una trama de color compuesto por un trazo blando y superpuesto, que tamizó la rigidez de la matriz constructiva.

Testimonio de sus búsquedas, este conjunto de obras demuestra que su interés por desplazar la mirada para explorar el espacio y el color no cesó a través del tiempo. Si al pintar los cantos del bastidor había logrado distanciarse de la pantalla frontal, los módulos y estructuras primarias se fueron desprendiendo del soporte bidimensional para involucrar al espectador en un espacio modificado y, posteriormente, las arquitecturas combinaron vistas y desviaron su mirada hacia los espacios internos. Mientras las primeras estructuras modulares incorporaron la acentuación cromática de los bordes, más tarde ese color entró en el registro conceptual de los sistemas y, finalmente, tomó la impronta personal de su identidad.

Esta secuencia de operaciones estéticas logró dar una vuelta de tuerca a los postulados de la vanguardia de los 40, que da cuenta de los aportes de Puente a la neo-vanguardia de base constructiva y de su activo protagonismo en los quiebres que fundaron el arte contemporáneo.


                                                                                                                                             Cristina Rossi