Elda Cerrato: Algunos segmentos
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En 1960 Elda Cerrato llega a la ciudad de Caracas con su compañero, el músico Luis Zubillaga. Para entonces, hacía años que había abandonado sus estudios de bioquímica en la universidad para dedicarse por completo al arte, al mismo tiempo que se involucraba en búsquedas espirituales derivadas de las ideas de la escuela del cuarto camino de George Gurdjieff. En Caracas Cerrato realiza sus primeras exposiciones individuales, con obras que fueron interpretadas entonces como parte de un “informalismo biomórfico”[1] y que parecen evocar –como ha observado Elsa Flores Ballesteros– imágenes provenientes de la formación de la artista como bioquímica: “diagramas celulares, cortes microscópicos de una materia ingrávida, atmósferas coloreadas”.[2] Así también, el interés de Cerrato por la filosofía y la cosmología de Gurdjieff, está presente en su producción de estos años. Entre 1965 y 1967, ya de regreso a la Argentina, realiza la serie Producción de energía, basada, precisamente, en cuentos de Gurdjieff. Paralelamente trabaja en la extensa serie Epopeya del Ser Beta y en un conjunto de dibujos a partir de la poesía de Aldo Pellegrini. En sus desarrollos estéticos, la obra de Cerrato de estos años es indisociable de una constelación de prácticas y teorías frecuentadas y estudiadas por la artista, de la exploración de cosmovisiones alternativas al interés por la poesía surrealista y los mundos de la ciencia ficción, de la metafísica de Gurdjieff al I Ching (que la artista conoció a través de Miguel Arroyo, director del Museo de Bellas Artes de Caracas durante su paso por dicha ciudad).
A finales de la década del 60, en un contexto atravesado por una creciente radicalización política, la producción de Cerrato se desplaza hacia una serie de estrategias poéticas y críticas que la artista caracterizará más tarde como propias de su etapa “conceptual”. En 1970 dirige el cortometraje de animación Algunos segmentos, filmado en 16 mm, con auspicio del Centro de Arte y Comunicación (CAyC), realizado a partir de sus pinturas y dibujos. Si bien las imágenes del cortometraje mantienen una continuidad formal con su producción anterior, al mismo tiempo, en un escenario en el que el arte es llamado a intervenir en un proceso revolucionario que se percibe como inminente, Algunos segmentos participa de la preocupación de la artista en esos años por explorar nuevos formatos y canales de comunicación, como objetos, paneles e impresiones heliográficas.
En las obras siguientes las referencias al contexto político se vuelven más explícitas. Los mapas, que aparecen por primera vez en las representaciones del descenso de la nave del Ser Beta en la Tierra –y, más precisamente, en América Latina– introducen las marcas de las contingencias de la realidad inmediata: de la epopeya interior y la búsqueda espiritual –aunque sin abandonar estos planteos– la producción de Cerrato se desplaza a la incorporación de la exterioridad social y política como escenario donde la obra articula y disputa sus efectos de sentido y sus posibilidades de incidencia crítica. En algunos dibujos, la geografía del mapa de América Latina aparece fragmentada y dispersa o se ubica en tensión con el mapa o la bandera de Estados Unidos. En la serie Geo-historiografía, el mapa de América del Sur o de Argentina aparece ocupado por una multitud de cuerpos y rostros, conformando una especie de cuerpo colectivo pulsante que se superpone a su geografía y la desborda. “La organicidad del mapa América Latina”, señala Ana Longoni, “es la de un cuerpo vivo, que va mutando […] Las multitudes de Elda no son masas anónimas sino sujetos conectados entre sí, de mirada atenta, con su historia portada en cada cuerpo”.[3] En algunas obras, Cerrato hace foco sobre una porción del mapa con un recorte circular que, a la manera de un zoom fotográfico, hace visible un determinado fragmento de la realidad: se trata de imágenes de manifestaciones populares, de paisajes urbanos y rurales, de representaciones del trabajo en el campo y la industria. Relevamientos visuales que operan como registros de la realidad, a la vez que condensan y movilizan identidades y representaciones.
Un año después del golpe de Estado de 1976 y hasta 1983, Cerrato vuelve a establecerse con su familia en Caracas. Allí presenta en 1980 su exposición Para una imagen del hombre. En una entrevista realizada entonces menciona que la búsqueda y selección de sus imágenes “es algo así como un retener”.[4] La expresión hace referencia a una poética que caracteriza el modo de producción de la artista, a la vez que alude al trabajo de archivo y al ejercicio de la memoria, cuestiones que serán centrales en la obra de Cerrato hasta la actualidad.
Fernando Davis
[1] Elda Cerrato, La memoria en los bordes [entrevista a Elda Cerrato por Paula Siganevich], Buenos Aires, Nobuko, 2011, pp. 13-15.
[2] Elsa Flores Ballesteros, “Elda Cerrato: la memoria recuperada” [1984], en: La memoria en los bordes. Archivos de Elda Cerrato, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, 2015, p. 29.
[3] Ana Longoni, “Entre el cuarto camino y la tercera posición: esoterismo, peronización y anticipación en la obra de Elda Cerrato”, en: La memoria en los bordes. Archivos de Elda Cerrato, op. cit., p. 22.
[4] Adriana Meneses, “Elda Cerrato y sus imágenes de Caracas”, El Universal, Caracas, 30 de enero de 1980.